Una historia de horror que superó la ficción

No es fácil digerir la noticia que se produjo esta semana en Ibagué y que le dio la vuelta al mundo: que la Fiscalía detuvo a 10 personas por los múltiples abusos y maltratos a los que habrían sometido a niños “en una fundación prestadora de supuestos servicios de atención a menores con discapacidad mental psicosocial”.

De acuerdo con el fiscal Mario Gómez, “los niños fueron durante mucho tiempo amarrados a sus camas, se les suministró droga para facilitar un control supuestamente terapéutico sobre ellos y evitar actos de indisciplina. Fueron sometidos a doctrinas militares ante cualquier circunstancia, como no comer o como comerse las uñas (…) Los obligaban a hacer sus necesidades fisiológicas bajo los amarres, vivían o convivían con ellos bajo tortura” y les lanzaban sopa caliente a sus rostros.

Para este caso solo se puede utilizar una palabra: bellacos. Bellacos y miserables porque en cabeza de quién puede caber la posibilidad de que se le haga daño a un niño, máxime cuando es discapacitado. Bellacos porque les hicieron más ruines las vidas a esos pobres niños. A esos menores ya nadie les curará los traumas que les fueron ocasionados.

Paradójico resulta el hecho de que esta noticia de horror se hubiera revelado en un octubre.

Siempre hemos visto a este mes como el de los niños. Siempre se nos enseñó que había que disfrazar las casas con duendes y brujas para –en apariencia– asustar a los chiquillos, para que primero pongan cara de perplejidad y luego rían cuando les contamos las “leyendas de horror” de esas “brujas”, que, a decir verdad, son sus amigas.

Afortunadamente no habrá más monstruos reales para esos niños. En enhorabuena intervinieron policías y fiscales para acabar con una historia de horror que superó la ficción. Con lo sucedido, seguramente a esos pequeños les envolataron lo más valioso y bello que les le dio la vida al nacer: la ingenuidad.

En este espacio siempre hemos sido y seremos defensores de los niños. En ellos está representado el ahora y el mañana.

Pero, ojo, lo que sucedió esta semana en la ciudad con los niños maltratados nos invita obligatoriamente a reflexionar sobre si siempre estamos haciendo lo correcto con nuestros pequeños. Da pena decirlo, pero la respuesta es sí pero no del todo.

Me explicó con una pregunta: ¿se ha hecho lo suficiente por las decenas de menores que a diario deambulan por Ibagué, es decir, por los llamados niños de la calle? Desde luego que no. Ha existido indolencia frente a ellos. Muchas veces ni son determinados. Y la ciudadanía debe ser más exigente con las autoridades para que se comprometan realmente con los niños y jóvenes que permanecen en las calles.

Y es que un niño, cuyos días y noches transcurren en las calles de la ciudad, sin lugar a dudas, vive en una singular ‘casa del horror’, y por lo mismo, su existencia jamás será equiparable a la de aquellos que se encuentran bajo techo, acceden a una alimentación adecuada y van al colegio.