¿En serio vamos a dejar las cosas así?

Estamos no solo en un país polarizado, donde hasta las redes sociales personales se han vuelto verdaderos campos de batalla entre amigos y conocidos, sino en una región a todas luces también polarizada y politizada, donde las intrigas, las suposiciones, las falsas investigaciones, hacen daño en el imaginario colectivo, donde se manejan las conciencias, creencias e incluso los comportamientos de las masas, a su antojo e interés particular.

Los medios de comunicación, en su loable tarea, han servido de veedores de la podredumbre que nos ha tocado presenciar como región, pero también han servido para alimentar el monstruo del pesimismo que nos tiene acabados como región, minimizados y sin los protagonismos nacionales de otrora. Todas las noticias, algunas de ellas sin investigaciones serias y con conclusiones rápidas o guiadas por diversas intenciones, son negativas pero pocas veces se exalta y resalta lo positivo que se registra en nuestra región. Creo firmemente en el poder de los medios, pero todo poder conlleva a una responsabilidad y en este momento necesitamos volver a creer y que los medios equilibren todo lo negativo con lo positivo y nos muestren las razones, que hay de sobra, para volver a tener un pensamiento colectivo constructivo y optimista.

La diversidad de opiniones, en vez de hacernos mejores como debería ser, nos está llevando a acabarnos unos a otros. Y si le adicionamos la cultura del chisme y de la envidia, cocinamos una bomba de la cual estamos recogiendo los escombros. ¿Que tienen de diferentes los paisas o los santandereanos con nosotros? Que ellos, aunque saben que hay malas cosas en su región, siempre hablan bien de ella y su indignación y amor por su tierra hacen que cada vez más los problemas de su región sean expuestos y trabajados para eliminarlos totalmente, así no se logre en algunos casos.

Y es que, con una gran pobreza mental y actuaciones en masa, pero sin conciencia les hemos echado la culpa de todos nuestros males a los políticos corruptos, y si, tienen la gran culpa de quitarnos la esperanza, de hundirnos en el pesimismo y obviamente de haber minado la riqueza de nuestro pueblo, pero realmente los verdaderos culpables hemos sido todos nosotros, por permisivos, por no saber elegir, por indiferentes hasta que nos toca en el plano personal. Nos ha faltado más indignación y menos indiferencia.

Desde la Cámara de Comercio, como una entidad privada, sin ningún tipo de vínculos políticos y que representa los intereses de los empresarios les tenemos tres propuestas: La primera, hacer un Pacto por Ibagué, un pacto para resaltar más lo positivo que lo negativo, que en nuestros círculos cercanos hablemos también de lo bueno que tenemos y no solo de lo malo, donde trabajemos juntos por sacar a la ciudad de los problemas en los que está sumida, pero no solo armando algarabía, gritando consignas, destruyendo conciencia a través de los micrófonos o simplemente criticando sin plantear soluciones, un pacto de trabajo en equipo, de cómo se dice coloquialmente echar para el mismo lado, todos con el ánimo de reconstruir lo destruido, cambiando nuestra propia conducta, modificando la cultura hostil, vengativa e hiriente por una constructiva y de cooperación.

¡La segunda, es desde lo más profundo de cada uno, es volver creer en Ibagué! Pero yo sé que como buenos Ibaguereños nos estamos preguntando ahora ¿Volver a creer? ¿Después de todo lo que ha pasado aquí?¡Pero no estoy diciendo que olvidemos lo que ha pasado y que olvidemos a los que se acabaron y destrozaron lo que teníamos, ellos tendrán que responder ante la justicia, lo que estoy pidiendo es que volvamos a creer en nosotros mismos!¿Cómo vamos a superar la crisis si no creemos en nosotros mismos?¿Si creemos que todos nos quieren volver a robar?¿Cómo vamos a reconstruir lo destruido si no confiamos? Lo que si tenemos es una gran experiencia y sería ilógico que nos volviera a pasar. Pero también debemos hacer que las cosas pasen y no seguir llorando sobre la leche derramada. La pregunta debería ser ¿Qué puedo hacer yo para ayudar a reconstruir? ¿Qué debo hacer? Aquí no necesitamos mecenas, ni caciques, ni salvadores que seguro vuelven y se aprovechan de la situación, lo que necesitamos es conciencia colectiva, autocontrol, control social entre nosotros mismos y mucho pero mucho amor por nuestra tierra.

¡Por lo pronto, cada uno debe creer en si mismo, en que somos parte de una raza que fue líder a nivel nacional, que ha dejado un legado de grandes personalidades, juristas y líderes, que vivimos en una tierra realmente rica en recursos en la que los países más desarrollados del mundo desearían tener y a todos los que conozcamos decirles “Yo también creo en Ibagué!”. Esta hermosa frase salió de una amena conversación que tuve con Santiago Cruz, gran representante de nuestra ciudad musical, porque él también cree en Ibagué y así como él, muchos tolimenses creemos, pero callamos y permitimos que tome más fuerza lo negativo. Y es que la fácil es dejar de creer, criticar siempre va a ser un trabajo más fácil que hacer. Debemos volver a creer y que podemos como sociedad recuperarnos de esta gran depresión colectiva y de este desamor que sentimos por todo lo que ha pasado. Como cuando uno pierde algo, o un amor, o un familiar, o su trabajo, debemos seguir adelante, la vida no para y es una experiencia para hacer las cosas cada vez mejor. Parafraseando a un amigo “la victoria debe saborearse muchas horas y la derrota solo debe lamentarse unos minutos”. Debemos salir de esta “tusa”, no podemos seguir lamentándonos, lo que debemos hacer es volvernos a enamorar de la nueva Ibagué que debemos construir entre todos. No necesitamos promesas mesiánicas, esto lo debemos es hacer entre todos.

Y la tercera es menos palabras y críticas y más acción y pasión. La invitación no es a salir a las calles y hacer marchas infructíferas, la invitación es a dejar el individualismo, a pensar como una sola región, a trabajar para solucionar los temas en vez de criticar, a dejar de pensar que todo es político y que los que tienen buenas ideas es porque quieren alguna curul o un cargo público, a preferir el bien de nuestra región antes de los intereses personales.

Ya es hora que la generación que ha manejado la región por tantos años, descanse y se vuelva una generación de acompañamiento y guía, dándole paso a las nuevas generaciones, que sean los mismos jóvenes quienes, muy a su estilo colaborativo, aporten para la reconstrucción de los valores, y de la sociedad que ellos y muchos de nosotros queremos.

Por: Luis Alfredo Huertas Pontón