Llegó a Rusia procedente de un país donde la confrontación armada es pan de cada día desde hace seis décadas y más en su departamento, tierra fértil para la violencia política y guerrillera.

Mientras los tambores de guerra sonaban y los medios de comunicación hacían eco de una posible invasión de Rusia a Ucrania, César Antonio Urrutia, un ibaguereño que vive hace 10 años en Moscú seguía su rutina diaria sin mayores contratiempos. Alguien podría creer que se trata de un joven distraído de la realidad mundial, pero la verdad es que parece que el apocalipsis de la guerra se siente más en los medios y entre diplomáticos y políticos que en las calles de Moscú o Kiev.

"En Rusia no hay ambiente de guerra, tampoco en Ucrania o por lo menos así se percibe en las calles. La gente del común sigue su rutina normal. Va al trabajo, lleva los niños a clases, van al cine...", cuenta este joven que lleva una década conociendo una cultura que para nosotros es demasiado distante. "Ni aquí ni al otro lado de la frontera hay simulacros con alarmas, gentes corriendo a ocupar un bunker", afirma. De hecho, comenta de manera jocosa que en Rusia viven miles de ucranianos y la relación entre las dos culturas - que son muy similares- es de absoluto respeto.

Para este joven tolimense, hablar de guerra no es algo nuevo. Llegó a Rusia procedente de un país donde la confrontación armada es pan de cada día desde hace seis décadas y más en su departamento, tierra fértil para la violencia política y guerrillera.

Mientras todo esto ocurre al otro lado del mundo, César Antonio aprovecha las vacaciones para visitar países vecinos en compañía de su padre e incluso es posible que se atreva a visitar Ucrania, " Porque la guerra está más en la cabeza caliente de los líderes de las grandes potencias", puntualiza.