Eugenia* logró sobrevivir a la violencia política, la violencia guerrillera, a la delincuencia común y a cuanta enfermedad asomó durante el último siglo en nuestra sociedad.

Siempre vivió alejada del ruido en zona rural del municipio de Chaparral, al sur del Tolima. Sus hijos, nietos y biznietos decían que llegaría a los 120 años. Todo indicaba que así iba a ocurrir. Era una verdadera sobreviviente. Sin embargo, nadie contaba con que un mortal virus aparecería en el horizonte. Lejos de Chaparral, pero que rápidamente se propagó por el mundo hasta llegar a su vereda.

Eugenia no sabía nada de pandemias, protocolos de seguridad, uso de tapabocas, utilización de alcohol y demás. En su pequeña parcela vivía libre, bajo el candente sol y acompañada de sus animales de granja. Un perro siempre la seguía, en los últimos años con andar cansino, porque ambos, su dueña y el animal, llevaban el peso de toda una vida.

Hace pocas semanas el virus tocó su puerta hecha con maderos viejos recogidos del campo. Sus familiares la habían cuidado, sin embargo, los temores por las consecuencias de una vacuna a semejante edad hicieron que Eugenia no se aplicara el biológico. No hubo poder humano que la convenciera. “Dios me va a llevar cuando sea el momento” repetía cada vez que le insinuaban el viaje hasta el hospital de Chaparral para recibir la inmunización.

Pero el virus que no perdona edad, sexo, condición social o credo, finalmente la encontró. No sufrió. Ataco sus pulmones y se la llevo tan rápido como llegó. Quienes la conocieron dicen que de no ser por el virus o de haber aceptado la vacuna, Eugenia habría vivido los 120 años que sus hijos pronosticaban. ¡Eso ya no lo sabremos!

                                                                                                                                           *Nombre cambiado